sábado, 7 de noviembre de 2015

Dulce narciso

Vagas desnudo por las colinas. Alcanzas a ver las montañas siempre-lejanas, nunca pareces avanzar, sin embargo tu caminar es eterno. ¿Qué otra cosa podrías hacer? El pasto lo rodea todo. Solo en la inmensidad del terreno. El verde de la tierra, choca con el azul cielo y se asoma hasta la infinitud. Alzas la vista en el momento en que el sol ha decidido desaparecer. Llega la lluvia, indiferente continúas avanzando, es suave con tu piel. Un manto gris cubre tu universo. Eres el camino del agua, su recorrido para llegar al suelo. La naturaleza te transita. Decides extender tu mano, la alzas frente a ti, a la altura de tu hombro, y cierras el puño para dejar extendido únicamente tu dedo anular. Una gota se queda sin cumplir su destino, evitas que llegue a la tierra y permites que repose en tu mano para asomarte a su interior. Tu reflejo se rompe en una luz fractal que se reproduce una millonésima de veces por cada centímetro. El público infinito de conciencias se asoma para saludarte desde la punta de tu dedo. No resistes más, depositas la gota sobre tu lengua.

El sabor a bits amargos se disuelve en tu boca, una nueva pantalla se descarga a tu software. “Mejor”, te dices a ti mismo, la antigua realidad ya era obsoleta. Te actualizas. 

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